Al testigo de honor.
Después de leer buena parte de los artículos y narraciones del encuentro entre el poeta y el presidente, me queda relatar lo que el corazón logró en Chapultepec: el diálogo sucedido en el mundo interno del presidente y el poeta. Una cosa es la forma de la fachada, otra el fondo de la estructura. Por dentro, la situación no se reduce a viva el legítimo o muera el espurio. La vida no es en blanco y negro.
En el interior hubo un encuentro de almas, ambas de formación cristiana. Y en las profundidades del alma, un estado de miedo policíaco se miró en el espejo del Estado de amor incondicional.
Mientras el presidente, lógico, seguía entercado en su posición, por dentro de él, algo se le movía de una manera diferente a lo acostumbrado en el mundo de la política donde todo es máscaras y medias verdades. La voz del poeta caló hondo, no me cabe duda; sin embargo, quienes le quebraron sus defensas aparentemente invencibles fueron las voces de las víctimas. Le resquebrajaron su sistema inmunológico, por decirlo de alguna manera, y logró sentir el dolor de la realidad provocada por sus propias decisiones. No es lo mismo ver estadísticas y escuchar voces expertas en la materia, a sentir las palabras del dolor encarnado. No había los guardaespaldas adecuados como para protegerlo ante tal embate de latidos y ráfagas de amor.
El corazón no anda con rodeos: dispara balas de plata. Capaces de penetrar las murallas del miedo y sus razones. A partir de ahí, estoy cierto, nadie es el mismo.
El presidente recalcitrante se dobló ante la serenidad del poeta. Su mecha corta no hizo más que exhibir el tamaño de sus demonios. Nada es más pesado para un católico practicante de las formas, como el presidente, que el peso de sus propias culpas. Está agotado de excusas y vacío espiritualmente. Se siente tan culpable por dentro que él mismo adelanta su sentencia condenatoria ante los ojos de la injusta historia.
Las culpas proyectan en el futuro los miedos que uno carga.
Para un panista, mira que los conozco, la política es una especie de apostolado,
cuya misión, dicen, es hacer el bien común a través de gobiernos humanistas. Desde esta perspectiva, imaginemos el tamaño de culpa que carga el presidente de la guerra de los miles y miles de muertos. Imaginemos lo que por dentro sentía cuando escuchaba, junto a su esposa, las voces desgarradoras de cada una de las víctimas de su política de estado. Imaginemos por un instante, cómo se le revelaba por dentro la otra parte de la película de su mandato, aquella que quizá por soberbia no había querido ver desde las cuatro paredes de su búnker. El presidente se enfrentó ante el salón de los espejos. Y las formas de la razón fueron desnudadas por el fondo del corazón, hasta perder el juicio.
Y es que verse reflejado como alguien indolente ante la muerte y el dolor del prójimo, no es propio de un cristiano practicante de su fe.
De por sí la doble moral tiene un costo muy alto cuando se guarda sólo dentro de los roperos de la vida privada. Ahora, cuando es parte de la vida pública se torna en una deuda tan pesada que te dobla. Y entonces es cuando puedes transformar la carga oscura en luz interna.
Las voces del dolor doblaron la intransigencia del ser humano que habita dentro de la investidura del presidente. Para Felipe de Jesús, antes que nada, está la fe católica que le inculcaron en su natal Michoacán. Es un bien nacido, como ellos mismos se llaman.
Y el perdón es el único camino, lo dijo Jesús, el resucitado, que no es el mismo que sigue muerto en la cruz de las culpas y los dogmas.
En Chapultepec, el presidente esgrimió sus razones bélicas, y el poeta le mostró su corazón en paz. Los manotazos a la mesa delataban que la violencia sí viene en gran medida de los pinos, mientras la templanza a prueba de bala del poeta, le mostraba el camino hacia la luz interna. Calderón jugó ajedrez político. Sicilia le abrió el juego superior del corazón compartido. Uno hablaba de teorías de guerra, el otro le entregaba su ejemplo de paz. Un mano a mano que ejemplifica el cambio de paradigma que estamos viviendo tanto individual como colectivamente.
Qué queremos: ¿tener la razón o vivir en paz?
Perder la razón que nos enfrenta para encontrarnos en el corazón que nos abraza, es el camino de Jesús. Y de Gandhi. Y Luther King. Y Nelson Mandela. Y Lennon. Y ahora también de Sicilia y de cada vez más ciudadanos en México y el mundo.
Para los que dicen que el Diálogo en el Alcazar de Chapultepec no sirvió de nada, los meses que vienen serán inexplicables, y sorprendentes. Podrán palpar en vivo una historia de transformación nacional, que para muchos es todavía inimaginable. Y que es y será ejemplo, faro de luz, para todo el planeta.
La historia de lo que el corazón logró en una tierra de amor llamada México.
yo_lo_creo_
No comments:
Post a Comment
Para dejar tu comentario puedes registrarte vía las opciones que te brinda la ventana o ya bien como "anónimo" (pero nos encantaría que nos dejaras tu nombre). No te vayas sin dejarnos tu comentario. ¡Gracias!