Si hace un año alguien me hubiera dicho que sabía que lo mío era correr, no le hubiera creído. ¿Correr yo? Ni en drogas.
Nunca antes había pensado en correr. Nada me motivaba a hacerlo ¿Correr, cómo pa' qué? No sólo cansa, es aburrido, agarrar condición cuesta harrrto trabajo y tarda mucho en sentirse, y si piensas que te va a cambiar el cuerpo, mejor búscate un buen cirujano plástico. Eso del gusto por hacer ejercicio o ya se trae o se te inculca de chamaco - pensaba yo.
Más equivocada no podría haber estado. Que me tomó mis añitos descubrirlo, eso que ni qué. Pero ahora que correr se ha convertido en una de esas cosas que más disfruto hacer, me siento feliz de haberlo intentado.
¿Qué por qué lo intenté si ni siquiera se me antojaba? Dos buenas razones:
- Mi buen amigo Pepito, quien se clavó en esto de la corredera hace no tanto, empezó a venderme la idea para que pudiéramos ir juntos a las carreras domingueras de las que él ya era asiduo participante. Yo admiraba su fervor, pero mi férrea postura sobre correr seguía siendo la misma: Ni en drogas.
Fue tanta su insistencia y la emoción que destilaba cuando contaba lo excitante que era correr tempranito y el ambiente buena onda, revitalizante y saludable que se sentía por parte de los corredores, que después de escucharlo varias veces contar lo mismo, logró que lo pensara. En mi mente empezó a revolotear la idea "se me antojó estar ahí".
- La idea de imaginarme como alguien que disfrutaba correr empezó a gustarme. Lo malo es que era sólo la idea... Na' más de pensar lo que implicaría, me daba flojera, muuucha flojera. Además tenía gran amistad con el cigarrito. Fumar & correr no se llevan y, sin duda, el cigarro contaba con mi preferencia incondicional. Humito mataba ganitas de correr, hasta que...
Un buen día -¡buenísimo!- decidí hacerle caso a Pepito y a esa idea loca mía de verme corriendo. Total que me inscribí a una carrera de 5k con la consigna de trotar lo que mi cuerpito pudiera. Mi mente supo que no fue mucho lo andado, pero mis piernitas y pulmones opinaron muy diferente. ¡Pufff, pufff! En lo que sí coincidieron fue que lo habían disfrutado muchísimo. Sin embargo, si llegué a participar en unas dos carreras cortas más fue mucho. Era raro, aunque lo disfrutaba en el momento, no pensaba en entrenar pues todavía creía que correr era demasiado para mí. Trotar de vez -muuuy- en cuando estaba bien. Pero hasta ahí. Caminar es mejor, también es ejercicio y no te jode las rodillas - pensaba yo.
La prueba chingüengüenchona llegó sin chiflar siquiera. Era la carrera Human Race de Nike 10k. Por supuesto que Pepito empezó con su campaña para embaucarnos y decirnos lo chido que sería entrarle a esta carrera. Organizada por uno de los chonchos del negocio, el mero Nike. Miles de corredores simultáneos en todo el mundo. Hermosa ruta sobre Paseo de la Reforma y alrededores. No pues así sí. Me convenció. Esta vez mi meta sería llegar a los 5k y caminar el resto. Me cayó un veintesote. Si quería correr, tenía que dejar de fumar. La verdad es que ya había fumado de más, era más necedad que gusto. Lo mejor fue que dejar de hacerlo me costó mucho menos de lo que pensaba y descubrí por qué: ahora tenía algo mucho mejor que hacer con mi cuerpo y disfrutarlo sin culpa alguna.
La semana previa a la carrera me animé a "entrenar" (si así se le puede llamar a trotar en dos ocasiones); lo más que logré trotar fueron 2k seguidos. Acabé destruída pero eso sí, muy orgullosa y feliz.
Llegó el día tan temido y esperado al mismo tiempo. Octubre 24 de 2009. Me sentía emocionada y nerviosa. Hacía un poquito de frío y como soy friolenta me aterraba la idea de congelarme a media carrera y no poder seguir. Pero también pensé que asarme no estaría bueno y me arriesgué dejando mi chamarra. Buena decisión.
Balazo de inicio. Ahí iba yo a paso tortuga, convencida de que llegaría a los 5k, aunque fuera a rastras... Veía cómo me rebasaban, pero en lugar de sentirme mal por eso, respeté mi pasito tun tún segura de que así lograría mi objetivo y que muchos de esos que ahora me rebasaban a paso veloz, se quedarían en el camino. ¿Qué ojete, vea? jaja.
Me inventé una estrategia mientras trotaba. Consistió en ponerme metas chiquitas durante todo el trayecto. Un letrero, un árbol o una luz a lo lejos era mi meta y cuando la alcanzaba, venía la otra. Y me funcionó. Después de un buen rato y algo hecha pedazos, vi la señalización de los 5k. ¡Ya llegué, wórale! Me sentí harrrto feliz, había logrado mi meta y aunque cansadona, sabía que podía seguir un poco más. El pilón que le llaman... Por supuesto que le fui bajando a mi pasito tun tún y aunque hubo momentos en que quise dejar de trotar, preferí seguir haciéndolo porque me dolieron mucho más las rodillas cuando intenté frenar. Mejor le sigo, pensaba.
Todavía no sé cómo le hice para llegar a la meta trotando. ¡10k sin parar, plooop! Supongo que mis piernitas estaban mucho más absortas que yo y pa' pronto se manifestaron. Empecé a sentirlas tiesas, calientes, adoloridas y entumidas. Pero el golpe de adrenalina tampoco se hizo esperar y la emoción se impuso ante el dolor (al principio, claro). El éxtasis duró poco. Después del obligado baño con agua caliente, sentí el sablazo de los 10k recién conquistados. Y la venganza de los kilómetros recorridos comenzó. Los días siguientes fueron tortura pura para mis piernitas. Caminar se sentía gacho, bien gacho. Lo peor sin duda, sentarse en el WC y bajar escaleras. Ouch, ouch, ouch.
Ese día me quedó claro que correr era para mí. El cansancio y el dolor experimentados fueron una ganga con respecto a todo lo que correr me hizo sentir. Desde que lo hago me siento más fuerte, poderosa y chingona. Y me encanta esa trilogía. Hoy corro tres veces por semana pero en breve tendré que aumentar un día para lograr mi objetivo. Estoy entrenando para una nueva carrera. Me va a costar y harrrto, lo sé. Pero lo estoy disfrutando mucho y eso es lo que importa.
Correr, además de ser sorprendente, también es generosidad. Da muchísimo más de lo que pide. No sólo fortalece huesos, músculos y prácticamente todos los sistemas de nuestro cuerpo. También es un gran aliado y una excelente terapia para la mente. A cambio sólo pide constancia y nada más. Córrele y verás.