La situación de la Huera me hizo pensar que tal vez las cuarentonas ya no estamos diseñadas para planes B. Nos falta paciencia, nos sobran trabajo y cuentas por pagar. Tomando esto en consideración, decidí darle un giro de tuerca a la técnica del Tío Gus y hacer del Panista un plan intermedio mientras mis emociones y mi autoestima me lo permitieran. Y a pesar de que la metodología (como vimos en la lección 5) indicaba claramente NO contestar sus llamadas, el sábado que siguió a nuestro encuentro providencial con su cita a ciegas en el café del barrio, tomé el teléfono después de tres llamadas de las de las 2:30 p.m., y le pedí que nos fuéramos a tomar un trago.
Probablemente el Panista sea de los pocos hombres en el mundo a quienes hay que aclarar que para ir a tomar un trago no es necesario tomarse el trago. Fue por esto que tuve que obviar mi deseo de ir al hotel de la Roma donde solíamos encontrarnos en nuestra primera vuelta. Y lo que me permitió también, o nos permitió a los dos, aparentemente, cambiar las reglas del juego y proponer un Plan B. El hombre con quien, según el Tío Gus, no puedo contar de manera constante ni considerar parte de mi cotidiano ni construir planes a mediano o largo plazo (ni para la próxima semana ni para el próximo año), pero con quien puedo salir a cenar uno que otro sábado y echarme una canita al aire.
Debo admitir que el nivel de participación del Panista superó por algunas semanas los encuentros casuales y/o sin compromisos que lo clasificarían como plan B: llamaba y nos veíamos más o menos dos veces a la semana, y algunos encuentros inclusive incluían a sus hijos o a mis cuates, lo cual considero ya algo comprometedor… Pero, y ahí está el meollo del asunto, eran solo “ciertos rasgos”, porque también cancelaba citas en el último minuto por las razones más pueriles. Y si yo cometía el craso error de buscarlo, es decir de tomar la iniciativa para encontrarnos, recibía respuestas que oscilaban entre el rechazo y la indiferencia.
El Tío Gus, como pudimos ver en la lección 5, se oponía rotundamente a que llamara al Panista para cenar, coger o lo que se pudiera ofrecer. Pero ante la contundencia de los hechos –Juanita ya estaba viendo al Panista con cierta frecuencia-, optó por enseñarme como proceder tomando en consideración lo ambiguo de mi situación. Esto fue lo que llamó “el póker del Amor”.
Hasta lo que pude entender ya que yo no sé jugar póker, el Tío Gus me decía que, si no eres un gran tahur, tal vez apuestas todo tu dinero en la primera mano porque tienes muy buenas barajas. Esto es, tu atención está en una ronda y no en todo el juego. Sin embargo, un buen apostador se concentra en toda la partida y procura dentro de lo posible no revelar su estrategia. De la misma manera, yo debía de proyectar mi juego con mi plan AB (o sea el Panista) para que durara más de una ronda: de barajas o de tragos o de llamadas telefónicas. Debía aprender la técnica antes que actuar según el instinto, mantener cierta frialdad ante las situaciones, poner cara de idem y observar con atención el juego del otro. Esto es, no actuar hasta conocer tanto sus cartas como su manera de jugarlas.
El ejemplo surgió ya que después de dos semanas de cine teatro cama y cena con el Panista, lo invité a casa de su servidora a una pequeña reunión a la cual no asistió. El Tío Gus preguntó por él y al escuchar mi respuesta -"está trabajando"- comentó que tal vez no debía haberlo invitado, que me mostraba y mostraba mis cartas demasiado pronto. En otras palabras, yo no debía abrir NINGUNA baraja hasta que entendiera con claridad como venía el juego del Panista.
Como dije antes, no sé jugar póker, y lo que me sugería el Tío Gus me molestaba y me incomodaba: ¿porque no había de llamar al Panista si tenía ganas de verlo? ¿O invitarlo a una reunión? Claro que así mis barajas quedaban al descubierto y perdía lo ganado la ronda anterior. Que fue lo que acabó sucediéndome. ¿Dónde se encontraba mi error principal como jugadora, si trato de analizarlo a posteriori?
Yo asumo que si el panista descarta un ocho de corazones es porque le apuesta a las espadas o a los tréboles. Pero tal vez el panista solo está “blofeando”, y tengo que observar como juega con más detenimiento para saber si realmente no le sirven ni los ochos ni los corazones. Esto es, no puedo asumir ni que barajas tiene ni cual es su estrategia sino hasta después de varias rondas. Sin embargo yo, principiante en los juego de baraja e incipiente en los juegos del amor, doy por sentado que si me acompañan a UNA fiesta puedo pedir que me acompañen a TODAS las fiestas, y que si me llaman tres veces a la semana me van a seguir llamando SIEMPRE tres veces por semana. Y en cuanto esta expectativa se frustra, me frustro yo, se desfigura mi cara de póker y afloran los reclamos, maldición divina del estereotipo femenino. La única forma en la cual puedo no engancharme con este maligno estereotipo es mantener la calma; no abrir mi mano hasta que pueda establecer un patrón de conducta en el juego del otro.
Fue por eso que decidí analizar como me estaba yendo en el partido. Y el resumen del juego de póker que procedió a la clase con el Tío fueron una semana en la cual el Panista se desapareció porque yo soy una berrinchuda (de hecho, lo soy), dos fiestas de amigos míos a las cuales él atendió estoicamente, tres cenas-tragos entre semana iniciativa de él, un rechazo a una invitación iniciativa mía, y tres cancelaciones a tres citas distintas (por razones diversas.) 5 puntos a favor y 5 en contra. De más está decirles que me URGE aprender a jugar póker para salir de esta ambigüedad. Y como no se está jugando con las cartas abiertas, mi propósito de año nuevo, queridos lectores, es observar y callar y estudiar con atención la técnica de juego de los otros jugadores.
--- Colaboración especial de Juanita Montalbán ( juanitamontalban@hotmail.com )
Hoy iniciaré mis clases de póker, me urgen.
ReplyDeleteMe caen gordas las estrategias, pero reconozco que son necesarias mientras quieras entrarle al juego, aquí comparado al Pokar. Son formas de ocultar los verdaderos sentimientos e intenciones, y fervoroso gusto por demostrar dominio y poder sobre el otro. A veces se puede proceder con simple franqueza, sin juego. Esto me recordó la canción The Gambler de Kenny Rogers, se acuerdan? Ah, y preferiría que estos consejos procedieran de un experimentado extraño, a que provengan de un Tio... ese Gus no me cae bien por acercarse tanto a su sobrina... No estará jugando su estrategia???
ReplyDeleteBueno, allá tu... Aqui las letras del sabio y extraño jugador:
http://www.youtube.com/watch?v=kNnrTNFWcsg&feature=youtube_gdata_player
....He said, "Son, I've made my life out of readin' people's faces,
And knowin' what their cards were by the way they held their eyes.
So if you don't mind my sayin', I can see you're out of aces.
For a taste of your whiskey I'll give you some advice."
So I handed him my bottle and he drank down my last swallow.
Then he bummed a cigarette and asked me for a light.
And the night got deathly quiet, and his face lost all expression.
Said, "If you're gonna play the game, boy, ya gotta learn to play it right.
You got to know when to hold 'em, know when to fold 'em,
Know when to walk away and know when to run.
You never count your money when you're sittin' at the table.
There'll be time enough for countin' when the dealin's done.
Now Ev'ry gambler knows that the secret to survivin'
Is knowin' what to throw away and knowing what to keep.
'Cause ev'ry hand's a winner and ev'ry hand's a loser,
And the best that you can hope for is to die in your sleep."
So when he'd finished speakin', he turned back towards the window,
Crushed out his cigarette and faded off to sleep.
And somewhere in the darkness the gambler, he broke even.
But in his final words I found an ace that I could keep.
You got to know when to hold 'em, know when to fold 'em,