¿Me quieres?
¿Entonces por qué nunca me lo dices?
¿Pero CÚANTO me quieres?
¿Mucho?
¿Más que a tu ex?
¿Me vas a querer para siempre?
De acuerdo. Estas son preguntas que hacemos las mujeres, no los hombres. Tradicionalmente, somos nosotras las que desplegamos esa necesidad de saber que nuestra relación va a durar, que no está amenazada por factores externos, que nuestra pareja suspira sin control al pensar en nosotras. Los hombres normalmente no entretienen estos pensamientos a menos que exista alguna buena razón.
Se han escrito libros sobre la forma en que las mujeres nos apegamos insensatamente a los hombres aún cuando las señales que nos mandan sean casi tan claras como si nos enviaran un telegrama con un mensaje corto y directo:
“Necesito (punto) mi (punto) espacio (y punto).
Todavía recuerdo cuando un novio que tuve hace varias vidas se atrevió a decirme que el problema era que yo estaba más enamorada que él. ¿Y qué hice? ¿Mandarlo al mismísimo demonio, como era de esperarse? ¿Acompañarlo a la puerta y cerrar con llave? ¿Reírme en su cara y preguntarle “estás seguro, mi amorrrrr”? No. Ojala, pero no.
Lo que hice fue entrar en un maratón desesperado por “emparejar” su nivel de amor con mi nivel de amor (cómo chingaos no se iba a poder). No quisiera ahondar mucho en los resultados de estos esfuerzos. Baste decir que mi corazón fue atropellado, estrujado, pisoteado, humillado, pulverizado, y desmantelado a pedazos. Se retorcía como almeja con limón. Después de mucho, mucho tiempo y varias sesiones de costoso psicoanálisis, llegué a la conclusión de que yo soy una reina encantadora y él un verdadero neanderthal, un macho misógino y patán de pie chiquito que jamás fue digno de mis múltiples (y cuando digo múltiples, quiero decir múltiples) atenciones.
Durante años me atormentó haber sido tan estúpida. Me consolaba el hecho incontrovertible de que había varias amigas tan estúpidas como yo, que se habían intentado pegar a sus parejas con cola loca (el pegamento, no piensen mal). ¿Cuántos litros de café, tequila y helado habremos consumido juntas, pensando por qué no habíamos amarrado, concretado y firmado con el ser idolatrado? ¿Qué hicimos mal?
Para mayor desdicha, después de nuestras rupturas colectivas, nuestros ex novios parecían recuperarse sin el menor esfuerzo. A otra cosa, mariposa. En mi caso personal soy experta en dejarlos listos para el matrimonio…con otra. Es un verdadero don.
Una respuesta a estas eternas interrogantes me llegó una noche, cenando con un grupo de amigas después de ver “Sex and the ciy 2” (malísima, por cierto, pero hay que verla porque es sex and the city y ni modo).
Una de ellas acababa de terminar una relación algo tormentosa con su galán. Era quizá el quinto intento fallido que había hecho por hacerla funcionar. Cada vez, nos decía que esta era ya la ruptura definitiva, pero cada vez, el efecto resistol 5000 la hacía regresar no tanto a él, sino a la idea de él, a la que ella se había apegado fuertemente.
De pronto, la güera (así le decimos) exclamó una frase que cambiaría mi comprensión de la naturaleza femenina (y masculina) para siempre:
“Es culpa de la oxitocina”
Whadafuck?
Y aquí empieza la parte teórica.
La oxitocina es la sustancia química del enlace. Se conoce, ni más ni menos, como la hormona del apego y se le ha llamado “la molécula del amor”. Durante el parto, la mujer segrega altos niveles de oxitocina que cumple la función de fortalecer el vínculo de la mamá con el bebé. La oxitocina en la mujer favorece su capacidad de responder a las necesidades emocionales de otros y a ser más empática y menos agresiva. La oxitocina favorece también la confianza y la generosidad.
Durante la relación sexual, tanto los hombres como las mujeres segregan oxitocina. Por eso, ellos son más propensos a decirnos que nos quieren en medio de la maroma. Pero, ¡SORPRESA! Después del orgasmo, los niveles de oxitocina del hombre bajan inmediatamente, y los de la mujer no. De ahí nuestra necesidad de seguir abrazaditas, oyendo palabras bonitas susurradas al oído, y de ahí mismo, la necesidad de ellos de fumarse un cigarro, darse la vuelta y a dormir como osos.
NO ES JUSTO. No es justo. No es justo, no es justo, no es justo. No es justo. Ah, y no es justo.
A mi me parecería fantástica esta hormona si su producción estuviera un poco más equilibrada con la de los hombres. Me encantaría que algún laboratorio desarrollara un “shot” de oxitocina para aplicarlo al ser amado en momentos estratégicos. Y ya entradas en gastos, por qué no sugerimos desarrollar un antídoto, una especie de pastilla de amnesia que nos haga más fácil desapegarnos de una relación que ya murió y a la que no hemos querido darle cristiana sepultura.
Sin embargo, como hasta el momento esas drogas son sólo parte de mi imaginación, creo que es muy importante hacer las siguientes recomendaciones:
· Si él no te ha llamado en toda la semana y estás a punto de marcar el teléfono.....
· Si sus excusas te están sonando como música celestial y empiezas a preferir sus mentiras que sus verdades….
· Si “trabaja” todos los fines de semana y sólo te puede ver los martes de 8 a 9….
· Si siente que invades su espacio…
· Si resulta que no estaba jugando golf sino jugando con una golfa…
· Si es más experto en desaparecer que David Copperfield…
· Si cortó contigo pero estás segura de que te adora, va a volver y sólo fue por darte celos….
…repite 500 veces este poderoso mantra:
“Yo soy más fuerte que la oxitocina, yo soy más fuerte que la oxitocina, yo soy más fuerte que la oxitocina, yo soy más fuerte que la oxitocina, yo soy más fuerte que la oxitocina, yo soy más fuerte que la oxitocina, yo soy más fuerte que la oxitocina…”.
Ahora bien, si tu pareja te trata como reina, si te quiere aunque no sea tan demostrativo como nos gusta a las mujeres, si disfruta el tiempo que pasa contigo y si te hace feliz, deja que la oxitocina se apodere de todos tus sentidos, porque el apego no es malo en sí mismo. El problema, mis queridas estrógenas, es apegarnos al cabrón equivocado.
Si has pasado por una sobredosis de oxitocina, desahógate, escríbenos y cuéntanos tu historia. Una cosa te podemos asegurar. No estás sola.
--- por Martha Soler @cholechita @estrogeno3